Libre Asociación
“La vagina, el refuerzo
para la vagina…”. Incontinencia, fajas con refuerzo en la zona vaginal,
preguntas a la abuela sobre semejante configuración de la prenda, molestas
rozaduras entre los muslos, ampollas, pus, granos llenos de linfocitos y
macrófagos muertos, sudor, hemorroides, rotura del tabique perianal, pozo
ciego, mierda que intoxica las paredes vaginales y pasa a la sangre a través de
hemorragias fecales. Hacerle un cunnilingus a una tía con el tabique perianal
partido, como un himen grueso que diera de sí y se escindiera. Ahora puedes
follar por ambos sitios sin necesidad de tener dos pollas. Ya no habrá un:
“Cariño, por el culo hoy no…que ayer me lo dejaste como una boca de metro”. Eso
sí, la sensibilidad se va al carajo, a no ser que tengas la polla de Rocco
Siffredi.
Pero estábamos hablando
de fajas. Nunca sabes con quién te lo montas hasta que llegáis a mayores,
cuando se quita la faja y todas las lorzas liposas caen de pronto, como si se
abriera una compuerta de sebo. Se quita la peluca y aparece su boliche de
cocoliso, se desmaquilla y deja patente manchas cutáneas, y arrugas por todo el
rostro. Los pelos de la nariz emergen con vida, como cilios animados,
flagelados. Eructa bebiendo cerveza, eructa tragando semen, ronca como una
vieja reseca, como un tronco de roble agrietado.
Entonces es cuando
entra el pánico y deseas huir. Abandonar el lugar como un refugiado de guerra.
Buscando asilo en otra tía, una tía de verdad, no una morsa con careta. La
próxima vez decides no beber tanto, ya se sabe que aparece cierta ceguera,
cierto instinto primigenio por copular, ciertos alucinógenos que atosigan el
cerebro y transforman la percepción.
Cuando despiertas ya es
tarde, te sientes como pulgarcito junto al gigante, sólo ves barba, una barba
negra y enorme, del tamaño de las porciones de algodón dulce que venden en la
feria. Pero después te das cuenta de que no era su barba, sino su vello púbico,
y eso que hueles no es su apestoso aliento podrido, sino las exudaciones de su
sexo, que lanza vaharadas como hálitos, como si esa cosa pudiera respirar y
soplara fuerte, de modo que tuvieras que aspirar y percibir malsanamente, como
el hedor de un cadáver, como cuando la palman en la bañera y se inflan
acumulando gas metano debajo de la piel apergaminada, y esas ampollas inmensas
revientan en silencio, liberando sus malsanas esporas.
Fajas llenas de mierda,
abuelas corriendo por los pasillos desnudas, con las piernas cubiertas de
excrementos pastosos, vistiendo fajas con estampados ocres, dejando tras de sí
charcos y regueros de mierda licuada y tropezones.
Demencia senil,
movimientos espásticos, babas que caen por las comisuras de los labios, bocas
arrugadas llenas de papilla reseca. Mocos verdes y densos que salen de narices
inflamadas, dilatados los orificios cubiertos de inmundicia. Gritos roncos de
angustia, llamadas a mamás muertas hace medio siglo, golpes en las puertas
cerradas con cerrojo, olor denso a orines y mierda rancia. Miradas perdidas,
ilusionadas, lunáticas y vidriosas, balbuceos, ojos que se van, desorbitados,
cuerpos que caen escaleras abajo por parálisis del tono muscular. Pataletas,
juegos estúpidos de fichas de dominó “Mete las fichas en la cajita, así,
muy bien…”. Daño cerebral, cerebro espongiforme, placas de mielina en la
corteza cerebral, ventrículos dilatados, desgaste neuronal, osteoporosis
craneal, cierre del acueducto de Silvio, hidrocefalia tardía, ancianos con
cabezas enormes, desnudos en sillas de ruedas con pañales XXXL.
Cuerpos que se pudren
al sol, licuándose, la tierra que lo empapa todo, los lixiviados que traspasan
las capas porosas y se adentran en el subsuelo, las bacterias que se alimentan
de las células en descomposición… Mejor que no bebas, ¿No ves el cadáver de ese
pobre infeliz allá arriba en el lecho del río? Sus tripas se balancean con la
corriente, desprendiéndose las heces que tiñen el agua de ocre…
¿Mami? No puedo oírte,
ni verte… Me inflamo por momentos, y necesito tus caricias… Donde tú ya sabes…